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Foto del escritorEdith González

Arborescencias literarias

Los árboles, el bosque, la biodiversidad, la naturaleza, todo en su conjunto nutren nuestro cuerpo, mente y espíritu.

El bosque ha sido tema recurrente en todos los géneros literarios: desde cuentos infantiles como Hansel y Gretel, La Caperucita Roja, La Cenicienta, La bella durmiente y Los tres cochinitos, que se desarrollan unas veces en bosques amigables y otras en tenebrosos universos vegetales llenos de criaturas horribles y de misterio.


Los cuentos de Howard P. Lovecraft son claro ejemplo del bosque como espacio hostil, o bien, los poemas de Dante Alighieri, en La Divina Comedia (el Infierno), donde los pecadores transitan el siniestro bosque de los suicidas, lúgubre hábitat de los más horribles árboles de ramas espinosas y anudadas, arpías al acecho y sombras eternas (en Japón el bosque Aokigahara, ubicado en las faldas del monte Fuji, es famoso por los muchos suicidas que allí acuden; incluso, es asemejado al de Alighieri).

Imagen del bosque de los suicidas de Dante Alighieri, en La Divina Comedia, donde los pecadores transitan el siniestro bosque.


Sin embargo, el bosque como lugar mágico con increíbles criaturas, como hadas y duendes; como universo de aromas frutales, florales y maderas intensas que nos transportan a mundos de ensueño; como mosaico de colores radiantes que brillan incesantemente al ritmo de las hojas a contraluz, y como lugar que abriga, da sombra, alimenta, cuida e inspira, es el referente común en la mayoría de los géneros literarios. Ya como escenario, protagonista o metáfora, el bosque siempre ha sido inspiración para escritores, pintores, filósofos, músicos y científicos.

Hermoso amanecer entre la selva y el bosque mesófilo, Sierra Morena, Chiapas. Crédito de imagen: Ecosmedia.


Como metáfora poética, podemos citar Los bosques de la noche (1960), de William Blake, libro que contiene su poesía; encantos y desencantos tamizados por el bosque se agrupan en una sola obra. En la antología del célebre poeta Tu Fu, Bosque de pinceles (2006), obra clásica de la poética china, se mezclan magistralmente historia, cultura y naturaleza, teniendo como punto central al bosque como universo de vida.

rbol adentro (1987), recoge los últimos poemas de Octavio Paz dedicados al amor y al erotismo; muchos están inspirados en los bosques y árboles. En la obra póstuma Confieso que he vivido (1974), Pablo Neruda plasma los más bellos poemas dedicados a su natal Chile; especialmente hermoso es Bosque chileno, convertido ya en icono de los defensores de la naturaleza en el país sudamericano.


En Poemas rústicos (1902), el mexicano Manuel José Othón publica “Primavera”, pieza considerada el himno de los bosques, inspirada tanto en los maravillosos seres que allí habitan como en la armoniosa música que se crea en ellos, una joya de la poesía nacional.

Como escenario, sin duda hay que nombrar el famoso cuento de Italo Calvino, El barón rampante, en que el protagonista, el barón Cosimo Piovasco hace de la copa de un árbol del bosque de Umbrosa, su hogar, su escuela y su vida. Es interesante la importancia que Calvino dio en sus obras a la naturaleza; desarrolló los más fantásticos cuentos entre pinos, higueras y olivos, entre raíces, ramas y árboles. En gran parte esta inspiración se debió a su formación en agronomía.


Otro ejemplo del bosque como escenario es el famoso bosque Sherwood, donde Robin Hood compartía con los pobres el botín arrebatado a los ricos.


Como protagonista, el bosque en México tiene un lugar especial por la importancia de algunas obras históricas. Por ejemplo, podemos citar a Fray Bernardino de Sahagún, en el capitulo VI de la Historia general de las cosas de la Nueva España (Tomo II). Hace una magnífica descripción de los bosques de México: montañas, árboles mayores, árboles silvestres, árboles medianos, árboles secos, árboles comestibles, árboles aromáticos o árboles medicinales, son perfectamente registrados en sus libros.


En la novela La ruta de Cortés, Fernando Benítez hace una maravillosa descripción de las selvas de Jalapa, Veracruz, donde Hernán Cortés transitó en su paso hacia la Gran Tenochtitlán.


Oro verde (1988), de Jan de Vos, obra que recoge la historia de la selva Lacandona en Chiapas a partir de 1822, en que se independiza de la Nueva España, o bien, La Guerra en el paraíso (1991), de Carlos Montemayor, novela que se desarrolla en los bosques de la sierra de Guerrero.

Finalmente, hay que leer la poesía de Ada Limón, inspirada en gran parte en la naturaleza. Además, acaba de ser nombrada la 24 Poeta Laureada Consultora en Poesía de Estados Unidos. Al recibir su reconocimiento prometió ofrecer lecturas en parques y otros espacios que recalcan y celebran nuestro lugar en el mundo y han sido su fiel fuente de inspiración.


Como vemos, la importancia del árbol y los bosques radica no sólo es su papel como ecosistema o como parte de un equilibrio ecológico; los bosques también son fuente de inspiración y creación, de alimento del alma y del espíritu. Lejos de intentar hacer una bibliografía de los bosques, esto es una mínima muestra de lo que el bosque significa para muchos de nosotros, el bosque como universo de vida.


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SE MECEN LOS ÁRBOLES

Se mecen los árboles bajo la lluvia

tan armoniosamente

que le dan a uno ganas de ser árbol.


Bajo los truenos

y atravesados por el viento

los árboles parecen muchachas dormidas de pie

a las que el sueño del amor lleva de un lado a otro la cabeza.

Estos árboles de la ciudad, tan esbeltos y solitarios,

rodeados de casas y alambres,

se alegran bajo la lluvia en lo alto

y son la nube misma y el cielo.


Los árboles llueven esta tarde

y la barriada toda los contempla.


(Jaime Sabines, Recuento de Poemas 1950-1993, México, Booket, 2016)



ÁRBOL ADENTRO

Creció en mi frente un árbol. Creció hacia dentro. Sus raíces son venas, nervios sus ramas,

sus confusos follajes pensamientos. Tus miradas lo encienden y sus frutos de sombras son naranjas de sangre,

son granadas de lumbre. Amanece en la noche del cuerpo. Allá adentro, en mi frente, el árbol habla

acércate, ¿lo oyes?


(Octavio Paz, Árbol adentro, España, Seix Barral, Colección Biblioteca Breve, 1987)




BOSQUE CHILENO

Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo (...) El ciprés de las Guaitecas intercepta mi paso (...) Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas (...) Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo (...) Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras desaparece como un relámpago su radiante arco iris (...) Al pasar cruzo un bosque de helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos (...) Un tronco podrido: ¡qué tesoro! (...) Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas pará- sitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le escapara el alma (...)


(Fragmento del poema Bosque chileno, en Neruda, Pablo, Confieso que he vivido: memorias, Buenos Aires, Losada, 13a ed., 1996) .


ÁRBOL DEL VENENO

Me enfadé con mi amigo; supo mi furia, y mi furia murió. Me enfadó mi enemigo, callé mi furia, y mi furia creció.

Y la bañé en temor, día y noche con llanto, y la alumbré con risas y engaños y artimañas.

Y creció día y noche y engendró una manzana. Brilló ante mi enemigo y él supo que era mía.

Bajo el cielo velado penetró en mi jardín; alegre vi al alba a mi enemigo tendido junto al árbol.


(William Blake, El bosque de la noche, España, Pre-Textos, Col. La Cruz del Sur, edición bilingüe y anotada de Jordi Doce, 2001).



HIMNO DE LOS BOSQUES

¡El himno de los bosques! Lo acompaña con su apacible susurrar el viento, el coro de las aves con su acento, con su rumor eterno la montaña.

El intenso calor ha resecado la savia de los árboles; cayendo algunas hojas van y al abrasado aliento de la tierra evaporado, se recienta la crústula crujiendo.

En tanto yo, cabe la margen pura, del bosque por los sones arrullado, cedo al sueño embriagante que me enerva

y hallo reposo y plácida frescura. sobre la alfombra de tupida hierba.


(Fragmento del Himno de los bosques, en José Manuel Othón, Poemas rústicos, Jalapa Ver., Universidad Veracruzana, Centro de Investigaciones Lingüístico-literarias, 1990).



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