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Foto del escritorEdith González

Amor al petróleo y al gas en la COP29

Cada año la cumbre climática se realiza en un país diferente. Este año le tocaba el turno a algún país de Europa del Este, por eso la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático número 29 (COP29) se realizará del 11 al 22 de noviembre, en Bakú, capital de Azerbaiyán, país que se formó sobre pozos petroleros y que depende del combustible fósil y del gas.

 

Sin embargo, son pocas las esperanzas que la comunidad internacional tiene para alcanzar una negociación financiera que atienda debidamente los retos que el cambio climático ya presenta en el mundo. En la apertura de la cumbre climática y ante casi 200 líderes mundiales, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, declaró que el “petróleo y el gas son un regalo de Dios, no se debe culpar a los países por tenerlos ni por llevar estos recursos al mercado, porque el mercado y la gente los necesita”.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, en la inauguración de la COP29. Los ingresos de la producción de petróleo y gas representan aproximadamente el 35% del PIB del país. Alrededor del 75% de las exportaciones de energía de Azerbaiyán se destinan a los mercados europeos. Foto: EFE

 

Una declaración poco afortunada si tomamos en cuenta el fracaso de la pasada COP28 que se realizó en Dubai, capital de los Emiratos Árabes Unidos, siendo Ahmed Al-Jaber, un sultán petrolero, el presidente de la reunión anual.

 

Este no es el peor escenario. Por si fuera poco, casi paralelamente a su inauguración el día de ayer, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) anunció que este 2024 va en camino de convertirse en el año más caliente jamás registrado y será el año de estreno en que la humanidad rompa la barrera del 1.5 grados centígrados de calentamiento global, por encima de los niveles preindustriales, rompiendo así la meta impuesta en el Acuerdo de París, hace ya 14 años, sobre recortar las emisiones contaminantes (gases de efecto invernadero, GEI) y ayudar financiera y tecnológicamente a los países en desarrollo ante los efectos del cambio climático.     

 

Otro mal escenario es la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Desde su primer mandato (2017-2021) negó la existencia del cambio climatico, ignoró los esfuerzos internacionales para hacer frente a sus efectos y sacó a su país del Acuerdo de París. En este segundo periodo, sigue renegando del multilateralismo, pero las alertas suman otro riesgo: que aleje a las empresas estadounidenses de los estándares de sostenibilidad que rigen en el mercado de capitales y que sabotee la financiación climática.

 

Conocida como “la COP del Financiamiento”, los países reunidos en Bakú deberán ponerse de acuerdo para establecer mecanismos que conlleven a incrementar hasta en 200 mil millones de dólares el monto para la mitigación y adaptación al cambio climático de países en desarrollo y vulnerables a los impactos del cambio climático.


Un problema de dinero

 

Desde el Acuerdo de París, las naciones desarrolladas acordaron movilizar 100 mil millones de dólares anuales a partir de 2020. Y sí lo hicieron, pero en su mayoría, bajo un esquema de préstamo y créditos, no de ayuda a fondo perdido como se esperaba.


La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reportó que, en 2022, los países industrializados aportaron y movilizaron 115 mil 900 millones de dólares para medidas centradas básicamente en la mitigación (reducción de emisiones y energía renovable), además de algunas contradicciones como es el caso de China, un gigante económico, que no aporta dinero al fondo, elevado emisor de gases GEI y que, pese a ello, ha sido beneficiado con fondos climáticos.

 

Más grave aún es lo señalado por la organización Oxfam. Una auditoría a la cartera de financiación climática del Banco Mundial del periodo 2017-2023 evidenció que se ha perdido el rastro de entre 24 y 41 mil millones de dólares entre la aprobación y la clausura de proyectos, esto es, cerca de un 40 % del financiamiento climático total desembolsado por la institución financiera. Así mismo, reveló que no está claro si los fondos se han invertido en iniciativas climáticas que buscan ayudar a países de renta media-baja a proteger a la población de los efectos de la crisis climática e invertir en energías limpias.

 

“El Banco Mundial no pierde ocasión para alardear de los miles de millones que destina a la lucha contra la crisis climática, pero esas cifras se basan en sus planes de inversión, no en lo que realmente invierte una vez un proyecto se pone en marcha. Es como pedir a tu doctora que evalúe tu dieta a partir de tu lista de la compra, sin comprobar nunca lo que realmente termina en tu nevera”, declaró Kate Donald, directora de la oficina de Oxfam Internacional en Washington D. C.

 

De no llegar a ningún acuerdo sobre los ‘cómos’ para la financiación, de obligar a países como China a que se sumen a la lista de países donantes, de lograr que Estados Unidos no recorte sus aportaciones, las cuales están por debajo de las de la Unión Europea (28 mil miilones de fondos públicos y 7 mil movilizados entre instituciones privadas), la COP29 corre el riesgo de fracasar, tal como ocurrió con la COP28 y más recientemente la Cumbre sobre Biodiversidad (COP16, realizada en Colombia), donde no se logró acordar la creación de un nuevo fondo para la biodiversidad libre de la custodia del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), coordinado por Estados Unidos, país que no ha ratificado el convenio de biodiversidad. 


La atención en los próximos días se centrará en:

 

1) que los fondos climáticos aumenten por encima de los prometidos 100 mil millones de dólares, ya que expertos señalan la necesidad de hablar de billones,


2) la creación del Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés) que busca establecer nuevas metas de movilización de recursos.


3) el fondo de pérdidas y daños, acordado en la COP27 de Sharm el-Sheikh, se espera el establecimiento de una estructura clara en su implementación.


4) que países con economías petroleras -como el país anfitrión-, discutan el futuro de sus industrias y presenten estrategias para una transición energética justa.


5) que los países miembros aumenten sus compromisos para reducir las emisiones contaminantes, es decir que sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) sean mucho más ambiciosas antes de la revisión en 2025.

 

Otras metas tal vez utópicas, son que se acuerde eliminar los subsidios a los combustibles fósiles; reconocer que el gas natural no es un combustible de transición; priorizar las energías renovables y aceptar que la financiación climática sea a fondo perdido para los países en desarrollo y más vulnerables al cambio climático.


México llega a Bakú con la promesa de aumentar su NDC de 35% a 45% a través de las energías renovables, para antes de que termine esta década, actualizar el Plan Nacional de Adaptación y de Mitigación y y ser carbono neutral entre 2050 y 2060.

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