Cada día estamos más conectados a la tecnología y más desconectados de la naturaleza, causal de que muchos niños sufran del Trastorno por Déficit de Naturaleza (TDN), cuya característica más evidente es una inadecuada relación entre nosotros y el entorno, provocando un menor uso de los sentidos, dificultades de atención y altas tasas de enfermedades físicas y emocionales.
El TDN no es un diagnóstico médico o psicológico, sino un término utilizado por primera vez en 2005 por Richard Louv en su libro “Last Child in the Woods” ('El último niño de los bosques') y fue tan aceptado socialmente que dio lugar a un movimiento que plantea la necesidad de contacto directo y conexión con el medio natural.
Las causas de esta condición social se deben al estilo de vida moderno, con una evidente pérdida de áreas verdes, calendarios cada vez más ocupados, aumento de tráfico y una disminución de la importancia de la naturaleza en la educación pública y privada.
Los niños también sienten la necesidad de salir de la ciudad a espacios abiertos (campo, mar, montaña) a desconectarse de su rutina urbana, aunque muchos no saben expresarlo, sí lo demuestran en sus actitudes.
¿Es bueno evitar el riesgo?
Hasta hace 30 años, los niños jugaban entre los árboles o en el campo, pero hoy los niños ya no pueden tener los pies llenos de barro, correr hasta horizontes lejanos, colgarse de un árbol o atrapar insectos. En sólo dos generaciones la infancia ha perdido su legado más preciado: el juego, esa deliciosa actividad que nos enseña y estimula la creatividad cuando se trata de encontrar soluciones, además de fortalecer las relaciones sociales.
En los ambientes controlados no hay verdadera experimentación, aunque precisamente el riesgo es lo que los padres desean evitar, sin reconocer que el contacto con la naturaleza hace a los niños más fuertes a la hora de afrontar situaciones de estrés, les aporta autonomía y sensación de libertad.
Para más información www.childrenandnature.org http://www.florencewilliams.com/the-nature-fix/